Aunque
esté mal decirlo, así es: no
investigamos. Pensamos que hay otros caminos que no pasan por el discurso o
la experiencia estética. Simplemente no se sabe hacia dónde va nuestro trabajo
ni desde dónde emergen sus contenidos, ni si al final concluirán en objetivos
razonados.
Nuestro
propósito es más cuestionar-nos desde la praxis, y, asentados en un contexto
local, explorar nuevas dimensiones en un mundo demasiado seguro de sí para hacer vibrar la contingencia (como diría
Merleau-Ponty).
Queremos
aprovechar este a-cercamiento, desde la periferia de nuestros entramados
disciplinares, a los dispositivos que conforman nuestra percepción conceptual y
formal del mundo para seguir cambiando los modos y poder hacer visibles
preguntas que nos dejen seguir viviendo.
Aceptamos
que el arte no es autónomo: estar a la espera de lo que está por venir no nos
va a llevar a residuos nostálgicos. Pensamos que nos acercará hacia otros
lindes y contestará a las reducciones patrimonialistas de un territorio donde
lo que hay solo se puede captar o dejar pasar. Donde lo fluido y lo flexible no
es solamente la manera de adaptación de lo sensible, sino que a menudo ocultan
estados de precariedad social en un mundo aparentemente sin relatos. Y donde
ciertos poderes hegemónicos nos siguen recordando que aunque todo se caiga,
ellos prevalecen. A veces con nuestros vulnerables dispositivos.
Después
de todas las disoluciones que nos han llevado a impulsar procesos colectivos
basados en la propia “percepción, afecto, pensamiento, expresión y relación”, y
desde los que hemos superado ya aquello de un arte como “laboratorio móvil” y
“teatro experimental”, ¿cómo se definen ahora las nuevas potencialidades del
arte? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Estamos cuestionando(nos) o generando
recursos? ¿No estaremos convirtiendo estas propuestas en nuevos dispositivos de
valor para el capitalismo cognitivo? ¿O todavía cabe esperar cumplir la promesa
de un ARTE transformador como “modelo de disenso y contestación”?
Deleuze
y Guattari pensaron estos procesos (para la articulación de la enunciación
colectiva) como “agenciamientos”, descritos como la “consistencia” de los
“flujos del deseo”, llevados a una multiplicación de sí mismos e incluso a “una
relación delirante con los otros”, donde todo parece ser posible (al menos en
el dispositivo artístico)[1].
Por
ello queremos ser conscientes de lo desigual del pulso en el territorio en que
se trabaja, y hacer fuerza desde el compartir conocimiento y espacio con los otros:
para impulsar y problematizar las estructuras (instituyentes y no), para
desplazarnos e ir más allá de nuestro reconocimiento como sector adscrito a su
labor. Pero esto no es ninguna fórmula, sino apenas un tránsito, un ponerse a
habilitar capacidades que nos desmarquen de aquello pre-establecido.
[1] Tanto las
citas entrecomilladas como la glosa de Deleuze y Guattari las extraemos de un
artículo de Brian Holmes: “El dispositivo artístico, o la articulación
de enunciaciones colectivas” (http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.es/2011/12/brian-holmes-el-dispositivo-artistico-o.html).
En él también podemos encontrar las siguientes definiciones de los conceptos de
los que hacemos uso:
Dispositivo:
“«Sistema de relaciones» que se puede
descubrir entre «un minucioso ensamblaje heterogéneo que consiste en discursos,
instituciones, formas arquitectónicas, decisiones reguladoras, leyes, medidas
administrativas, afirmaciones científicas, proposiciones filosóficas y
morales»…«Formación que tiene como función principal responder en un momento
histórico dado a una necesidad urgente»” (Foucault).
Capitalismo
cognitivo: Fase
actual del capitalismo que se caracterizaría por “el ascenso del trabajo intelectual o «inmaterial» basado tanto en la cooperación y
compartición de códigos abiertos como en la mercantilización o el «cercamiento»
de los saberes en forma de propiedad intelectual que después se hace circular
como fuente de renta”.